LA DEVASTADORA MONOTONIA

Cada día debería ser una lucha contra la devastadora monotonía. El problema es que a los humanos nos gusta la reiteración, las costumbres, el piloto automático, el no pensar demasiado demasiadas cosas para sobrevivir más o menos seguros en un mundo cada vez más inseguro. En esa repetición nos sentimos cómodos, más  o menos felices y protegidos, como si aún permaneciésemos en el vientre materno rodeados de líquido y seguridad.

El conflicto surge cuando se suman dos seres humanos más o menos monótonos con el objetivo de vivir un etapa (o dos) en pareja. Es necesario un esfuerzo de tolerancia e imaginación para que sumando esas dos costumbres monótonas pueda surgir un espacio nuevo que, tras los primeros entusiasmos, fiebres, aquí te pillo y aquí nos los hacemos, genere una nueva monotonía propia y compartida, que no duplicada.

Cuando el chicle pierde el sabor -¿dos, cinco, siete, diez, veinte años?- y desaparecen lo inesperado, la sorpresa, la idea traviesa o loca en cualquiera de sus formas, desde una escapada a cenar, un fin de semana donde sea o un revolcón en un sitio prohibido… la monotonía más que un salvavidas se transforma en una cárcel.

Escribo más o menos de oídas porque tiendo a la no convivencia por múltiples razones, a menudo ajenas (como que me faltaba durante años ascensor en un piso quinto con 114 escalones de escalera) y que no vienen al caso. Pero incluso en ese modelo de no conviviencia, que tanto éxito tuvo con Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, la monotonía puede generar molicie y destruir todo. No sé cómo se combate ni como se evita. Quizá la fórmula más extendida, que fue protagonista de un post anterior, sea la aceptación, el acomodarse aburridamente al aburrimiento vital, no esperar gran cosa y dejarse llevar, o buscar a sorpresa fuera de la pareja. En este caso lo honesto es reglas claras e iguales para los dos. A algunas personas les funciona.

Yo también me aburro con bastante frecuencia y eso que tengo suerte y un trabajo cambiante, imprevisible y en muchos sentidos divertido, entiendase por divertido satisfactorio. Pero hay días en los que uno pisa la calle y se da cuenta de que los colores han desaparecido de los coches, de las fachadas, de los escaparates, de la gente. Esos días son los más aburridos y en ellos uno debe entrar en la tienda de su imaginación y empezar a pintarlos con colores viejos, de recuerdos. Es lo que se llama interiorizacion, mundo interior o personal, espacio vital. Que te lo respeten y fomenten es el primer paso para escapar de la plácida  monotonía como forma de vida y muerte. No es fácil.

¿Amor? Todos lo buscamos y encontramos.